-
El otro día iba bajando por Sucre y me encontré un papel en el piso que decía:
“quiero torturarte, violarte y matarte; luego cortarte en trozos y enviarte a
tu padre para que pueda comerte mientras defeca sobre tu madre”. No tenía
remitente ni destinatario, sólo eso. La gente está muy cagá de la cabeza,
hueón.
- Definitivamente lo escribió un sádico. Tan magníficamente
humano. Nietzche decía que lo que nos separaba de los animales era nuestra
capacidad para odiar.
-
Prefiero quedarme con lo que decía Verne: lo que nos separa es el soñar.
-
Es que tú eres un romántico viajero.
-
Hablando de viajes, me gustaría compartir contigo mi sábado por la noche.
-
Soy todo oídos.
“La
noche del sábado fue de hecho bastante loca para mí. Invité unos amigos a mi casa,
tomamos un par de copetitz. Pasamos el rato en mi sótano, la zona suave, donde nos relaxeamos.
-
Tú no tení sótano, viví en un departamento.
“Luego
los papás del Dafne estaban organizando una fiesta. Tuvimos la oportunidad de
pasar el rato entre adultos, lo que fue un buen cambio de ritmo. Te comunicas,
conversas con personas que tienen historias interesantes. Hablé con un tipo que
decía haber escalado cinco montañas.
-
¿Me estai hueviando?
-
Sí, perdón. Empiezo de nuevo.
“La
noche del sábado fue de hecho bastante loca para mí. Invité unos amigos a mi
casa, tomamos un par de copetitz. Apenas salió la política como tema de
discusión y nos dimos cuenta que quizá ya habíamos tomado más de lo suficiente, nos fuimos
en la 418 a un liceo en toma donde había una tocata. Eran puras bandas de
mierda las que tocaban, pero la Orquesta Tocornal cerraba así que
fuimos igual. Eran recién las ocho de la noche.
“Apenas
entramos uno de mis amigos me pidió que lo acompañara al baño, como las buenas
amigas que somos. Era un baño amplio con mucha gente dentro, varios de ellos
meando en lugares inconvencionales. Mientras esperaba me encontré con el Lepe,
que me saludó de abrazo y me preguntó cuándo nos íbamos a juntar a tocar porque
ya había parchado su bombo. Intenté evadirlo y hacer como que respondía unos
mensajes de texto, pero él me seguía hablando y hablando y hablando. Creo que me decía
algo de su hermano chico, que estaba enfermo, lo que fue extraño porque siempre pensé que era
hijo único. Incluso cuando mi amigo salió del baño y fuimos a ver las bandas no
se nos despegó.
“Habían
montado el escenario en el gimnasio el colegio, con varios parlantes y una que
otra luz. Un grupo que decía llamarse Fecal
Detonation estaba tocando un cover de Mötorhead cuando llegamos.
“Nos
hicimos espacio hasta las primeras filas, cerca del círculo del mosh. La
canción terminó y el público les agradeció muy a su forma con gritos y
aplausos. El vocalista, un veinteañero de pelo largo y torso
desnudo, anunció que cerrarían con un tema propio que titulaba “Napalm Destruction”.
“La
banda se puso a tocar. No era una mala canción, de hecho el público parecía muy
entusiasta y violento, que es lo que se estila en señal de correspondencia en
esos contextos. El vocalista empezó a pasearse por el escenario mientras
agitaba los brazos; todo en una actitud casi de poseído, de trance. De pronto se detuvo en
seco en la cornisa del escenario, mirando al vacío. Todos entendimos que
pretendía saltar para que el público lo suspendiera en el aire, como a un Peter
Gabriel cualquiera, y aunque los ánimos generales estaban buenos, no eran suficientemente buenos como para que
quisiéramos recibirlo. No era ninguna estrella de rock después de todo. El
público empezó a empujarse para no tener que aguantarlo, pero él no se daba
cuenta que el éxtasis se había interrumpido. Seguía como concentrándose en su qï.
Con el Lepe y mi otro amigo empezamos a apretarnos contra la primera fila para no tener que recibirlo, y la sensación general era que el muy imbécil se
iba tirar a la nada y nadie lo agarraría. La banda seguía tocando, ensimismada.
“El
vocalista se tiró y de pronto la música se detuvo. Todos empezaron a hacer
espacio y a gritar porque había ocurrido lo que todos temían. El vocalista
había aterrizado de bruces contra el piso del gimnasio y tenía la boca hecha trizas.
El Lepe fue a ayudarlo porque estaba inconsciente, junto con otro metalero y
una mina que, a juzgar por cómo gritaba, debió ser su polola o su hermana.
“El
Lepe le tomaba el pulso y en definitiva fingía que era de ayuda, cuando lo
único que hacía era entorpecer. La gente seguía gritando y algunos decían que
había que llamar a la ambulancia o los bomberos o a los pacos, lo que
naturalmente era una pésima idea considerando la ocupación del liceo. Por
mientras el resto de la banda seguía en el escenario impasible, como si fuese algo de rutina; creo incluso
que el guitarrista estaba reafinando su guitarra o algo así. El Lepe empezó a
gritarme para que lo fuera a ayudar. Pero yo no quería.
“Mi
amigo se acercó al Lepe lentamente en medio de la algarabía y se quedó mirando
al herido con una cerveza en la mano, serio. Seguía recostado de espalda en el
piso pero acababa de volver en sí y se retorcía gimiendo de dolor. Mi amigo
lo contemplaba desde la altura, mirándolo fijamente a los ojos y girando la
cabeza en señal de reprobación. Después me miraba a mí con una sonrisa
maliciosa. Y lo volvía a hacer. Luego volvía a mirarme. Le hacía una gracia
tremenda.
-
Ahí salí al patio del liceo y me tomé el concho de una chela que había en una
jardinera. Me quedé mirando las luces de las micros que pasaban y tirándole
piedras a unos gatos que había afuera. Y entonces me acordé de mi papá, y que
no lo veía hace varios meses. No sé por qué. Me acordé de una vez que lo había
acompañado a comprar Coca-Colas retornables a un quiosco, cuando vivía solo en
un departamento de Villa Frei. Me quedé ahí como quince minutos.
-
¿Y qué tenía que ver esto con los viajes?
-
Nada. En realidad sólo quería contarte la historia. A todo esto, ¿sabiai que la
palabra sádico viene del Marqués de
Sade?
(1) La Cultura Huachaca
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