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¿Qué estabas pensando?
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Unos pensamientos.
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¿Me los podrías confesar?
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Venga que sí. Dicen así, ejem, ejem. Estaba pensando en lo que dijiste el otro
día. Eso que tus días se escurren como mantequilla.
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No dije eso, dije que corrían como conejos.
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Pero los conejos no corren. Las liebres corren. Los conejos son como liebres
con síndrome de Down. Son como chicos y gordos y más...
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¿Podí ir al grano?
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Estaba pensando que si crías tu cuerpo y tu mente como dos antagonistas desde
que eres pequeño, vas a ser el campo de batalla de una constante pugna, pues
ambos acabarán enfrentándose. Y cuando tú eres flojo y dejas que las horas de
luz te resbalen como el agua de la ducha, lo único que estás haciendo es dejar
que tu cuerpo gane la batalla, cuando los dos sabemos que es el otro
contrincante quien debiese triunfar: la mente.
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¿De dónde sacai esas hueás?
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No sé. Ayer me puse a leer el reverso de unos Chocapic y decía algo parecido.
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Quizá debería tener una vida más rockera. Hacer todo bien rápido y morir joven
de alguna forma interesante, como pescando pulpos en altamar.
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Eso no es interesante.
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Entonces me pongo unos wayfarer en lugar de antiparras y dejo que la última
canción reproducida en mi iPod sea cualquier hueá de Sonic Youth.
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Ahí se pone más interesante. Ahí se pone más interesante la cosa, ah. Ah.
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Entonces cuando me encuentren los forenses, todo desmembrado por
los pulpos y los tiburones y quizá qué otros bichos marinos, van a decir “ah,
este hombre, efectivamente era un hombre muy interesante”. Y voy a ser
recordado como tal.
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Quizá simplemente deberiai dejar de pasar tanto tiempo en internet leyendo artículos
ahueonaos en Wikipedia.
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Es la otra opción.
Se
quedaron en silencio varios minutos, quizás horas mirando la pantalla del
televisor. No cambiaron el canal ni una sola vez.
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A lo mejor deberíamos dejar de ser amigos.
Este episodio fue escrito a
las cinco de la mañana.
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